Amanecimos en La Paz, los efectos de la altura parecen reducirse a la fatiga tanto al hablar, caminar, pestañear, etc. como a un leve sumbido en los oídos. Cada tanto un pequeño dolor, una molestia, en la nuca. El plan para hoy es averiguar por los pasajes a Copacabana, recorrer un poco la ciudad y partir rápidamente. La Paz no invita demasiado a quedarse, por lo menos a nosotros por lo poco que vimos ayer. Nos pasan a buscar Laura y Daniel. Nos convidan con un pan de chocolate del día anterior que estaba bastante pasable. Tras un amague de ir a desayunar empezamos a caminar por La Paz. Es Domingo asi que el movimiento no es tanto como cuentan los chicos que estuvieron el viernes, sin embargo se puede apreciar el descontrol en el transito y uno nota que tocar bocina es deporte nacional.
Las imágenes de las típicas cholas con sus sombreros y sus puestos de venta no hacen más que repetir lo que veíamos en la calle al ir hacia el museo. El segundo está dedicado al conflicto del pacífico y pone de manifiesto tanto el odio visceral hacia los chilenos como la verguenza nacional que significó perder la salida al mar. "Que se rinda su abuela, carajo" es la impronta que reina en el museo. El tercero es sobre la metalurgia y la cerámica de la región, es lindo y nada más hasta que uno llega a la bóveda, con una puerta gruesísima de metal, donde están los diferentes ornamentos que usaban los incas. Unas láminas de oro extrafinas con diferentes formas y usos junto con unas diminutas e increiblemente detalladas figuras de llamas. Esta parte del museo justifica nuestra estadía en La Paz. El cuarto es la casa de Murillo y muestra cuadros, muebles y cosas de la época, algo así como la casa histórica de Tucumán.
Las tres horas de caminata no alcanzaron, obviamente, para recorrer toda la ciudad pero fueron suficientes para conocer lo necesario como para pretender partir rápido. Además junto con la falta de desayuno, las subidas y bajadas empezaron a acrecentar los efectos del soroche. Al llegar a la plaza principal encontramos la catedral que no impresiona demasiado mas allá de lo grande, el congreso y la casa de gobierno cubierta debido a unos arreglos. Lo más notable de la plaza eran los lustrabotas que te ofrecían sus servicios aún si tenías puestas zapatillas de lona y además estaban encapuchados cual miembros del ejército zapatista. Pudimos ver unas cuantas personas volver en taxi con la cabeza cubierta de papel picado y al llegar a una iglesia encontramos el piso también cubierto. Al parecer en los casamientos se arroja papel picado en vez de arroz. Finalmente volvimos al alojamiento maltrechos y lloviendo. Aunque ni la lluvia ni el sol parecen durar demasiado en La Paz (al igual que los nombres de las calles que cambian sin ninguna lógica después de dos cuadras), esta nos impidió ir a la terminal de buses para comprar los pasajes que nos llevarían a Copacabana. Con el fantasma de la huelga sobre nuestras cabezas eso no era nada bueno. Descansamos un rato y fuimos a almorzar con Daniel y Laura. Comimos una pequeña entrada, una sopa de vegetales y una milanesa con gelatina de postre, una limonada super dulce y con apenas gusto a limón fué la bebida.
Compramos el pasaje y salimos corriendo al alojamiento, le dajamos una nota a los chicos y corriendo otra vez a la terminal. La corrida en bajada no fué fácil, pero apurarse en subida con las mochilas fué apoteótico. Llegamos con la lengua afuera y la situación era poco clara, nuestro bus estaba sobrevendido y dos deberían viajar a las 17:00, sin embargo el de las 16:00 se suponía que era el último. Las dos que tenían que quedarse abajo eran dos chicas que habían llegado una hora antes y querían irse lo antes posible; una estaba visiblemente de mal humor, la otra increíblemente nerviosa. Entre la huelga y un supuesto estado de sitio en Perú (del cual todavía no sé nada) la pobre estaba al borde de un ataque de nervios. Nos las adosamos y logramos que suban al bus, tuvieron que viajar sentadas en el piso pero les habíamos hecho un gran favor. La salida de La Paz como era de esperarse fué caótica, el transito era insoportable por culpa de la feria y al lado nuestro teníamos micros repletos de soldados de la escuela de guerra naval (!?) que cantaban cosas como "vamos a Santiago, violaremos a sus mujeres, mataremos a todos..." mientras que saludaban a las chicas de nuestro bus y nos gritaban "Chilenos!!" a nosotros.
A las 2 horas y pico de viaje y a unos 38Km. de Copacabana, en las orillas del inmenso Titicaca, que veníamos admirando hace rato, tuvimos que bajarnos del bus y subirnos a una lanchita que nos cruzó mientras que nuestro micro iba en un lanchón haciendo lo mismo. Retomamos el viaje y salvo por un micro de frente a escazos centímetros fué bastante ameno. Eramos 17 argentinos y 5 brasileños. La llegada a Copacabana fué ya de noche por lo que daba la sensación de ser más tarde de lo que era. Entre todos conseguimos un hostal que prometía agua caliente las 24 horas con baño privado. Nos acomodamos y salimos a comer.
No fuimos a la pizzería porque habíamos dejado a las chicas en un restaurante que parecía bueno. Así que comimos ahí. La conversación en la cena giró principalmente en torno a la religión, las chicas eran judías de familias bastante religiosas. Por momentos la charla fué bastante bizarra. Otro de los efectos de la altura en mí parece ser una notable inapetencia, cené igual porque sino me iba a sentir como el diablo pero no tenía nada de hambre. Se largó a llover muy fuerte durante la cena, uno de los muchachos contó sus desventuras en La Paz durante un enfrentamiento entre policías y militares, con revuelta popular incluída. Volvimos al hostal y cualquier intento por usar la ducha fué en vano, yo intenté todas las formas posibles sin éxito, ni agua caliente ni fría. Nos acostamos. |
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