Por la altura o por lo que sea es imposible dormir más de 15 minutos, pero lo menos estamos acostados. Levantarse en Bolivia es como tener una constante resaca, cualquier movimiento brusco repercute en la cabeza, al rato va siendo menor. Vuelvo a intentar con la ducha, nada. Estoy por ir a hablar con el conserje y Hugo logra abrirla y ducharse. Después lo vuelvo a intentar y nada. Nos quedamos en la cama recuperándonos del día de ayer y después saldremos a comer, recorrer copacabana (que parece bastante pintoresca), averiguar sobre la excursión a la isla del sol y las salidas hacia Puno, Perú. Me cago en la ducha, no sale ni una gota de agua.
Mientras comíamos un hombre instaló una red de voley en la calle. A la gente no le miolestaba porque igual pasaba por abajo sin problemas. Las puertas de las casas son increíblemente bajas y las camas son bastante más anchas que en Buenos Aires, por lo menos en los alojamientos donde estuvimos. Volvemos al hotel y otra vez a la cama, los efectos del soroche parecen sentirse más que antes, Hugo está hecho una piltrafa, con una fatiga notable, yo estoy un poco mejor que a la mañana. Cada tanto trato con la ducha pero no hay caso.
Recién a las 19 salimos otra vez, ya tenemos la exursión a la isla del sol pero nos falta el pasaje a Cusco del que averiguamos que sale a las 13:30 todos los días rumbo a Puno y después de un stop de 3 horas sigue hacia Cusco. Lo compramos para el miércoles en el local de al lado al que habíamos averiguado porque no nos acordabamos bien. Coche cama rumbo a Cusco. A la vuelta pasamos por la iglesia. Enorme y con un altar de oro y plata tan grande e imponente que asombra, sólo el altar debe valer más que todo el resto del pueblo junto. Ya habíamos visto una cosa semejante en La Paz en la iglesia de San Francisco, pero me parece que este es más bonito y como el interior de la iglesia es más pequeño sorprende más.
Salimos a las 21:45 y nos damos cuenta que ya es muy tarde, quedan apenas un par de lugares abiertos y no hay nadie en las oscuras calles de Copacabana. Entramos en el restaurant "La Vicuñita", Hugo pide el "combo cena" que incluye una grasosa sopa de pollo y pollo frito con la típica guarnición: arroz, lechuga, tomate y zanahoria. Yo pido una "La Sagna" que para mi asombro no sólo está muy buena sino que viene acompañada con papas fritas. Volvemos al alojamiento y lo encontramos cerrado. Después de tocar el timbre largos y frustrantes minutos llegan las chicas del micro de La Paz y se unen a nuestro intento por entrar. Finalmente por iniciativa de las chicas levantamos con las manos la persian y pasamos. A nosotros nunca se nos hubiera ocurrido. La ducha sigue sin responder, nos vamos a dormir. |
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